martes, 29 de diciembre de 2009

Imágenes de una Blanca Navidad

Hola a todos

Ya estoy de vuelta, después de haber pasado una verdadera odisea para llegar a Málaga que ya os contaré en otro post. De momento, y ya que lo prometido es deuda, os dejo algunas imágenes tomadas de mi estancia en Estocolmo por Navidad. Además, he cogido algunas imágenes que son idénticas a las publicadas el 2/9 en el post: Más fotos de Suecia: Vendelsö con las cuales se podrá comparar a la perfección la diferencia de paisaje invierno -verano.

Al comenzar mi primera mañana allí, lo primero que apareció tras abrir la puerta fue un paisaje inundado completamente por la nieve, y no es que la noche antes no estuviera así, sino que la diferencia residía en el grosor de las capas sobre la superficie y en que ésta lo había cubierto todo en su totalidad. El camino de paso no existía.

Al asomarme por la otra entrada de la casa, éste fue el panorama que veían mis ojos:










Nada diferente al anterior. El primer plano que se observa es desde el porche del jardín, luego se observa que la nieve empujada por el viento había incluso inundado una zona bajo cubierta.

Y claro, visto el panorama sólo quedaba un plan por delante: quitar la nieve de las zonas de tránsito así como del porche, tarea ésta que realiza siempre mi suegro y que en aquel mi primer día de estancia me propuse a desarrollar.

Al principio se reía. Me decía que ya venía lesionado de España y que no quería que sufriera más accidentes, en un tono bastante jocoso. Para los que no lo sepáis, os diré que dos semanas antes de partir tuve una rotura fibrilar en el gemelo derecho, y ello se me produjo practicando deporte. Pero una vez recuperado de la lesión, me dispuse a probar la nueva tarea.

Ataviado con toda la indumentaria reglamentaria y pala en mano, me dispuse a comenzar con la limpieza. El camino por el que comencé no parecía muy difícil y la nieve salía con gran facilidad en bloques grandes, pero claro, una cosa es comenzar y otra muy diferente, ver lo largo que se hace el camino.

Viendo mi suegro mi forma de trabajar, me enseñó que en el trastero había instrumentos más útiles para apartar la nieve que la pala que había empleado, así que observando de él como se usaban comencé a imitar sus acciones.



De entrada, cambié a una pala más grande y comencé a usar un recogedor que me ayudaba a mover la nieve en grandes cantidades.

Y es que ya se sabe: "Más vale maña que fuerza".

Poco a poco aquello fue tomando color, aunque comencé a tener una sensación desconocida para mi, y era la de estar sudando en medio de un frío de -15º. Es extraño, todas las capas de ropa te sobran, aunque sabes que a tu alrededor a poco que te paras sientes la frialdad del entorno.

Sólo me quité el gorro y continué con la tarea. La nevada había sido tal que tardamos más de dos horas en quitarlo todo.

Tras la retirada de nieve, ducha de agua caliente y nos vestimos para dar una vuelta. Tenía ganas de ver el bosque y todos los paisajes por los que había estado paseando durante el verano pasado cubiertos de nieve en su totalidad.

A la izquierda se pueden observar los manzanos del jardín de mis suegros, poblados de hojas en verano y cubiertos en estos momentos por grandes cantidades de nieve.

Además, casi me caigo al hacerme la foto!!!


Y nada más comenzar el paseo, pues nada, comienza de nuevo a nevar. Desde esta foto se puede observar el panorama general de todo Vendelsö: la nieve lo cubre todo, casas, árboles, carretera.....

Pero, ¿y la playa? se me ocurrió la idea el ir a la playa, la misma en la que no me había bañado en pleno mes de agosto por falta de .... coraje para aguantar las bajas temperaturas para la época del año en la que estábamos.

Hay un camino no muy largo, pero incómodo de recorrer al ir dándote la nieve en la cara. Pero llegar allí y ver esta postal merece la pena.

El día no acompañaba para dar muchos paseos. No es algo agradable ver como los fríos vientos del Norte te golpean la cara usando los copos de nieve como guantes.

Tras el paseo de 30 minutos nos dispusimos a volver a casa. No dio tiempo de visitar el bosque. El viento arreciaba y nos decidimos a regresar.


Ya de nuevo en casa, mejor sería la opción de coger el coche e ir a algún lugar público pero protegido del clima.

Eso si, al entrar a casa me di cuenta de algo: el camino volvía a estar de nuevo impregnado por la nieve. Aquello tenía pinta de que pronto nada de lo trabajado habría servido para nada. O si, para vivir una experiencia diferente en una Navidad diferente.

Mañana os contaré de como una alemana rubia, de ojos azules, se "enamoró" de mi durante el almuerzo, haciendo mi mujer de traductora entre los dos.

Feliz Navidad a todos.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Viaje a Laponia (VII): De nuevo en las motos de nieve

Sábado 13 de Febrero

El día comenzó temprano para nosotros. Una marcha de 3 horas en autobús no esperaba para iniciar la jornada. Nos desplazaríamos hacia otra localidad situada más al norte de Rovaniemi en la que iniciaríamos una nueva aventura, la ciudad de Kemi. Esta vez sería a bordo de un buque rompehielos que había pertenecido hasta hace escasas fechas al gobierno finlandés y que ahora realizaba recorridos turísticos en invierno.

Ciertamente cuando oímos cual iba a ser nuestro destino nos quedamos todos un poco reticentes, ya que no imaginas qué de interesante puede haber en aquello, pero así estaba marcada la jornada y así la llevaríamos a cabo.

Cansados, o mejor dicho agotados por las altas horas en la que acabó la noche (hasta más de las 5:00 de la madrugada en la discoteca) contemplábamos desde el autobús el paso de los kms por aquella carretera en la que el paisaje era una y otra vez el mismo de todos los países nórdicos en invierno: campo, bosques y nieve. Me encanta. Me cautiva.


Al final del trayecto llegamos a un local de una empresa de safari en el que nos debíamos de equipar otra vez con los monos térmicos. Esta vez eran de color rojo. Al lado del local había una especie de puerto, aunque todo lo que se veía era un mar helado y cubierto de nieve. Allí se encontraba situadas las motos de nieve. Todo el que quisiera podía ir en moto hacia el rompehielos o seguir en el autobús hacia el puerto de Kemi, situado a escasos kms y donde embarcarían directamente al rompehielos.

Mi pareja, junto a varias personas más, se fue en el autobús. Yo decidí volver a la aventura de la moto de nieve.

En principio, y ante un panorama totalmente llano, todos pensamos que sería más fácil la conducción de las motos, aunque nada más lejos de la realidad. Sobre la capa de nieve había una gruesa capa de hielo de más de 40 cms de grosor, y la moto, de peor calidad que la del día anterior, derrapaba con mucha facilidad, siendo su conducción más difícil. Además, era bastante más peligroso al existir repliegues en el hielo provocados por algún impacto que se habían vuelto a congelar, y que en forma de barras de hielo se alzaban sobre la superficie lisa, siendo prácticamente inevitables a cierta velocidad y sin la destreza de la conducción que sí tenían los guías.

En la foto, y tras una parada a medio camino, se puede apreciar lo comentado con anterioridad. La sensación de ir por encima del mar es indescriptible. Tienes algo de miedo, ya que eres consciente que estás sobre el mar. No ves nada alrededor, tan sólo algunas torres generadoras de energía eólica instaladas en medio del océano.

Tras la breve parada, la marcha se re emprendió. Cada vez más cerca se iba divisando el rompehielos. Aquel sería nuestro destino. En un momento determinado, el guía nos paró y dejamos aparcadas las motos de hielo. Junto a las nuestras, otros grupos de excursionistas como nosotros hicieron los mismo.

Las motos fueron aparcadas a una distancia bastante prudencial. El resto del camino lo hacíamos andando hasta el rompehielos. Allí nos subiríamos para iniciar un trayecto por el Golfo Ártico de Botnia.

El nombre del barco: El Sampo.

En el próximo capítulo os comentaré más cosas acerca del barco y las actividades que en él se desarrollan, os mostraré fotos del trayecto y trataré de subir algún video.

Hasta pronto.

martes, 15 de diciembre de 2009

Viaje a Laponia (VI): Los Karts sobre hielo

El viaje en moto de nieve acabó y nos dejó a todos una sensación de cansancio en el cuerpo mezclada con el subidón de adrenalina que daba poner la moto a 80 Kms/h sobre la nieve. Pero el día no acabaría ahí. Para el que lo deseara, la aventura continuaba en un circuito cerrado en el que se practicaban carreras en karts y motos sobre nieve.

La gran mayoría acudió a la cita. Otros prefirieron quedarse en el hotel y acudir a la sauna a relajarse. En mi caso, decidí continuar con la aventura, no así mi pareja que decidió optar por la segunda opción. En su caso es normal, todo esto que a nosotros nos sonaba a nuevo, para ella era repetitivo, ya que a lo largo de su vida el panorama y actividades contempladas eran algo habitual. Por ejemplo, el viaje a Laponia que nosotros estábamos realizando es un viaje típico en los viajes de estudio de los niños suecos.

Nos quedamos con los monos térmicos hasta el final de la excursión. De otra manera hubiese sido imposible hacer esta última visita. Y así nos dispusimos a subirnos a los karts. Lo hicimos en dos tandas, con los tiempos cronometrados de forma individual.

Era un circuito pequeño, de tal manera que
pronto te hacías con él. Había instrucciones claras y precisas: no buscar el contacto con los demás karts, y si derrapabas no moverte del coche si no podías re emprender la marcha. Debías de esperar que alguien del personal te ayudara a volver a la pista.

Con estas premisas el objetivo era claro: se trataba de mantener una velocidad constante, alta y no chocar con nada ni con nadie.

Toda la carrera se desarrollaba a gran velocidad y el kart patinaba mucho, luego no sólo debías hacerte con el control sino esquivar además a aquellos que perdían el control del mismo. Fue una experiencia muy gratificante.

Tras el fin del primer turno, los que corrimos en él, dimos paso al segundo grupo, pasando nosotros a participar ahora en una carrera sobre motos de nieve en un circuito bastante pequeño.

Antes de subirte piensas que como te has tirado todo el día subido en una, la experiencia será fácil, aunque nada más lejos de la realidad. Las motos tenían bastante más potencia y por tanto derrapaban más, tanto que se hacía por algunos tramos muy difíciles de manejar.

Además de eso, la noche iba avanzando y la oscuridad se hacía cada vez más palpable. El derrape de las motos era continuo y la conducción llegaba a ser pura adrenalina, ya que en algunas ocasiones la moto te hacía un giro completo, un trompo.

Al final del turno, nuevo cambio y algunos pudimos repetir a los mandos del kart y de nuevo de la moto. Si la conducción se hacía complicada, la llegada de la noche y el comienzo de una fina nevada le añadió un hándicap adicional a aquella aventura.

Al cabo de unas horas dimos por concluida aquella dura y agotadora jornada. Muchos fuimos los que nos quedamos dormidos en el autobús de vuelta. El día parecía que no daba más de sí.

Al llegar al hotel, hacía -12 º en la calle y continuaba nevando, así que dejamos todos los equipos en la recepción del hotel. Al día siguiente pasarían a recogerlos los de la empresa del safari.

Nosotros tendríamos un par de horas para ducharnos, descansar y bajar de nuevo para ir a cenar. Y después,.....después discoteca!!!!

Así se cerró el 12 de febrero. El día 13 daría de sí nuevas sorpresas. ¿Cuáles? Ya las iremos viendo, pero de entrada os digo que el día nos llevaría a subirnos a un rompehielos en aguas del Círculo Polar Ártico.

Un saludo a todos

domingo, 13 de diciembre de 2009

Viaje a Laponia (V): Parada en la granja de Renos

Nuestro grupo llegó a la granja de renos con el retraso provocado por el incidente con mi moto. Una vez allí tuve que soportar las bromas de los compañeros de viaje al enterarse del incidente, aunque bien es cierto que no fue el único incidente, ya que otro compañero del grupo que nos precedía volcó la moto y tanto él como su esposa cayeron al suelo.

En la pequeña cabaña que os enseñé en el post anterior, el sami comenzó a contarnos la historia de Laponia y sus habitantes. Según cuenta la leyenda, Laponia en sus orígenes (y ahora no ha cambiado mucho) era un lugar inhóspito donde no se podía vivir, ya que los cuatro vientos la recorrían continuamente en una lucha entre ellos por ver quien soplaba más y se convertía en el dueño y señor de todo aquello. Por eso, los animales habían abandonado el lugar y tan sólo se oía el silbido de los vientos.

Pero un día, llegó un sami y se dispuso a pactar con los cuatro vientos para ver quien sería el amo y señor, de tal manera que les hizo caer en una trampa y los encerró a todos, no dejándolos salir si no prometían que llegarían a un acuerdo de tal manera que ya nunca volverían a soplar los cuatro a la vez, y establecerían turnos en los que lo harían de uno en uno. A partir de entonces, los animales volvieron y los samis vivieron en perfecta armonía con la naturaleza.

Nos contó además que Laponia se extiende a través de 4 países: Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia, siendo en la actualidad más abundantes en Finlandia y constituyendo una economía muy peculiar basada en la agricultura, caza, pesca, ganadería y artesanía. Se sienten ciudadanos libres, que no pertenecen a ningún país, tan sólo a Laponia, conservando aún gran cantidad de usos y costumbres.

Tras el relato y tras haber entrado en calor junto al fuego, nos dispusimos a acercarnos a unos trineos tirados por renos que estaban esperando ya preparados para que, al igual que ocurriera en la granja de huskies, nos dieran una vuelta por un itinerario ya preestablecido.








Los compañeros comenzaron a subir y el reno daba la vuelta al circuito. Aquello tenía pinta de ser más aburrido, ya que los renos llegaban casi andando para un trayecto no muy largo.

Al final del trayecto lo recogía el sami, quien a veces debía incluso de forzar algo al animal para que llegara a la meta.

Con esa guisa nos dispusimos a subir mi pareja y yo, un tanto escépticos y sin muchas ganas ante lo aburrido que parecía ser aquello. Sin embargo algo cambió tras subirnos. Aquel reno parecía ir más deprisa de lo habitual, sin ni tan siquiera nosotros habérselo pedido. Corría más de la cuenta.

Al principio seguía al predecesor, pero de repente, sin saber ninguno de los dos por qué, comenzó a salirse del itinerario y se fue a través de una zona abierta al no estar una valla bien posicionada.

Aquello no era normal ni bueno, y el reno nos llevó al lado de la zona del restaurante, paró, se puso a defecar y comenzó a mirarnos. De repente el reno comenzó de nuevo a correr y se volvió a meter en el circuito, pero esta vez giraba en sentido contrario. Yo le comentaba a mi pareja:

- Nos vamos a meter una leche como el bicho este no pare!!!

Pero el reno se dio cuenta que algo estaba haciendo mal y volvió a salirse del circuito, tirando cuesta arriba por una ladera y tirándonos del trineo a mi pareja y a mi. Ambos rodamos ladera abajo, aunque no nos hicimos daño y sí que nos partíamos de la risa por el incidente. Sólo de haber visto la cara del reno desencajada nos volvíamos a reír.

Tengo un video que recoge el momento, sólo que está grabado desde el trineo del compañero que venía detrás y se les ve el rostro a ambos, por lo que si descubro como se corta el video lo colgaré.

Volvimos andando a la línea de meta y el sami salió corriendo en busca del reno y del trineo. Entre risas, la ronda acabó y nos fuimos todos a comer.

En el restaurante nos sirvieron un suculento plato de puré con reno!!!

No era la primera vez que lo probaba, ya que como sabéis mi pareja es de Suecia y el reno es un plato muy típico de allí. Es una carne muy dura, aunque sabrosa.

Casi al final del almuerzo, el sami volvió y nos contó que habían encontrado al reno anclado en la nieve y preso de un ataque de ansiedad al verse atrapado. Como pudieron lo sacaron y lo llevaron a descansar, ya que se encontraba extenuado. Nunca sabremos qué le ocurrió a aquel reno, y el propio sami nos contó que era la primera vez que había ocurrido algo así.

Tras el almuerzo, se restablecieron los turnos para subir al trineo y no volvió a haber ningún incidente. Al final, mi pareja no quiso volver a subir y yo me di una vuelta con el sami. Vuelta aburrida pero al fin y al cabo una vuelta completa.

Al llegar a la meta, todo el mundo aplaudía y reía!!!!

Como souvenirs nos entregaron el carnet de conducir de renos emitido por la República de Laponia, así como un sombrero típico de los samis.

Tras ello, re emprendimos la marcha y volvimos a las motos de nieve de regreso a Rovaniemi. Aquí quien quisiera, podría volver en autobús, y mi pareja y algunas otras personas volvieron en el autobús de la excursión. Lo cierto es que la moto cansaba y el día estaba siendo largo.

La vuelta se hizo de forma más anárquica y los guías nos dejaron romper la fila y acelerar las motos a una velocidad mayor de lo que habíamos alcanzado con anterioridad, llegando las motos a coger velocidades que rondaban los 80 Kms/h.

Aquí no acababa la jornada. Para el que quisiera, habría una nueva excursión, la última del día: una competición en karts sobre nieve y otra sobre motos de nieve, ambas en un circuito cerrado para la excursión. Pero eso será en el próximo post.

Un saludo a todos

viernes, 11 de diciembre de 2009

Viaje a Laponia (IV)

Tras la granja de huskies, la macha continuó hacia una granja de renos en la cual haríamos parada a su vez para almorzar. El camino se volvía más duro y tras horas en la moto de nieve, la espalda comenzaba a estar cansada, para mi y para mi pareja que iba detrás. Ello hizo que me pidiera que aflojara la marcha, debido a la irregularidad del terreno, pero si recodáis, íbamos en fila, nosotros eramos penúltimos y no nos podíamos quedar atrás. Eso hacía que fuéramos a tirones: se despegaban un poco, debía acelerar, y así sucesivamente, hasta que de repente la moto se me fue a la salida de una curva en la que aceleré demasiado y se salió del camino. Evidentemente, salvo el compañero que iba detrás nuestra, nadie se dio cuenta de ello.

Traté de sacar la moto para reemprender la marcha, pero no era posible. Le pedí a mi pareja que bajara, y nada. Al bajarme yo por el lado izquierdo de la moto me hundí en el suelo hasta la altura del cuello. Estaba claro que iba a ser muy complicado sacar la moto de allí.

Mi compañero y yo nos pusimos a sacar nieve de la parte trasera de la moto, a fin de tratar de conseguir que ésta saliera marcha atrás, pero nada. Era imposible. Todos estábamos preocupados por las circunstancias. Sólo quedaba esperar que la guía de nuestro grupo se diera cuenta de nuestra ausencia y volviera, cosa que ocurrió a la media hora. Todos volvimos a intentar sacar de allí la moto, aunque tampoco funcionó esta vez, y claro, aunque aquello era una ruta, hay que recordar que estábamos en el círculo polar ártico y no suele circular mucha gente por allí.

De repente vimos llegar una fila de motos de nieve. No era excursionistas como nosotros sino habitantes de la zona. Llevaban motos bastante más potentes que las nuestras y la primera de ellas un curioso aparato que servía para "cargar" en él dos niños pequeños. Amablemente se pararon y trataron de ayudar. Nada. Todo era en vano. Pero el padre de aquella familia nos pidió que apartáramos más nieve esta vez por delante de la moto, cosa que hicimos al momento. Iba a tratar de sacar la moto avanzando. Todos nos miramos con escepticismo viendo la profundidad que alcanzaba la nieve. Ni corto ni perezoso, se subió en mi moto, se apoyó tan sólo con una pierna y las manos, dejando el resto del cuerpo fuera de la moto y abrió gas a tope. La moto comenzó a correr y consiguió meterla de nuevo en el camino. Todos comenzamos a aplaudir , los primeros sus hijos.

Es una pena que no guardemos fotos de ese momento. Hicimos más de 500 en todo el viaje, pero ese momento, debido a los nervios por la situación y el escepticismo que rodeó todo, no quedó reflejado en ningún sitio, tan sólo en nuestro recuerdo.

Tras ello, reconducimos la marcha hacia nuestro grupo que nos estaba esperando a escasos kilómetros del incidente. Desde allí nos dirigimos todos hacia la granja de renos, la cual se encontraba en un camino igual de inhóspito aunque más cerca de la civilización.

Al llegar nos encontramos con un lugar formado por dos edificios, uno de ellos el restaurante y el otro una gran cabaña de madera que se usaba como sitio de reuniones con un gran fuego de chimenea en medio y unos bancos que la rodeaban. Eso y una persona vestida de una forma un tanto peculiar: era un sami, habitante autóctono de la región.







Una vez todos juntos, nos dispusimos a ir a la cabaña, en la cual todos juntos y arropados al calor del fuego, oímos de la voz de aquel sami los orígenes de su región y de los habitantes que en ella viven.





Lo dejo para el próximo post. De todas formas, os muestro la imagen de este peculiar personaje. Y os aviso que la aquí narrada no iba a ser la última anécdota del día.


Hasta pronto